viernes, 7 de enero de 2011

copiar no es robar


En el enlace que antecede a estas líneas es posible escuchar y visualizar algunas de las opiniones que empresarios, periodistas, directores de cine, y demás defensores y/o detractores de algo así llamado 'propiedad intelectual', han venido vertiendo sobre uno de los temas más polémicos que ha vivido nuestro país en los últimos meses.
El debate pone de manifiesto los diferentes intereses económicos que se ocultan detrás de 'lo cultural' y la relevancia que tiene su  libre reproducción a través de 'la red'.
Sin duda, y más allá de las reflexiones que pueden desarrollarse en el análisis de lo que es 'propiedad'; qué es 'la cultura' y cuáles son los derechos del 'intelectual'; bastarán las siguientes líneas que Thomas Jefferson  escribió en su carta a Isaac Mc Pherson para introducir lo que, a mi juicio, es verdaderamente relevante de la cuestión:
" Si la naturaleza produjo algo menos susceptible de propiedad exclusiva que las demás, es poder pensar algo que llamamos idea; que un individuo consiga algo en forma exclusiva apenas se sostiene por sí mismo. Pero, en el momento en que se la divulga, forzosamente la posee todo el mundo y quien la recibe no se desprende de ella. Su característica peculiar también es que nadie posee menos, porque todos los demás la poseen íntegramente. Quien recibe una idea de mí, recibe la instrucción sin que haya disminuido la mía, de la misma forma que quien enciende una luz dentro de la mía, recibe luz sin que la mía se apague."

Efectivamente, determinar 'lo intelectual', 'la idea'  como una mercancía de propiedad exclusiva, es simplemente una estupidez; porque en cualquier caso, se multiplica su tenencia, pero nunca se 'roba' o una idea es 'desposeída'; valga la expresión.
Como, nos ilustran las siguientes viñetas: copiar no es robar.

http://www.youtube.com/watch?v=ef-OExpQEcU 

Así, me dispongo a defender lo que es para mí realmente importante del conflicto, siendo esto, el valor que tiene el libre acceso a ‘la cultura’ a la hora de acumular ‘capital cultural’ y democratizar así una esfera determinante en la conformación de las diferencias de clase.
Por mucho que los representantes de la SGAE defiendan que la libertad no es vulnerada con el “justo” pago de los derechos de autor, sin duda, lo que marca la libertad de adquisición de las mercancías no son  (sólo) sus trabas legales sino la capacidad que tiene el sujeto de hacerse con ello. ¡Vaya!, ¡resulta que acabamos de obviar el liberalismo y la globalización!; ¿ Quién compra? Mire usté, quien puede, no quien quiere.



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