martes, 28 de diciembre de 2010

'Con' y no 'desde'


 Tras haber leído mi parte correspondiente  del libro de Sweezy sobre 'la teoría del desarrollo capitalista', sigo sin comprender porqué no leemos a los autores desde sí mismos; me explico, en los años que llevo de carrera he podido conocer todo lo que Marx NO tuvo en cuenta o todo aquello en lo que NO acertó... he leído a marxistas, marxólogos, marxianos... no sé cuántos términos existen para construir el universo Marx(-yloquesigue); sin embargo aún nadie ha tenido el valor de depositar en reprografía unas páginas de 'El capital' o de guiarnos y acompañarnos en las páginas del mismo. Me pregunto si yo como politóloga puedo terminar la carrera sin haber tocado 'El capital' y puedo escribir sobre los aciertos y desaciertos de Marx sin su lectura; ¿acaso Sweezy, Robert Jesop, Harvey, bla, bla, bla lo tocaron y lo abrieron? ¿ o es que hemos ido pasando de lector a lector y hubo un lector original que sí abrió El Capital?. 
Evidentemente no estoy en condiciones de afirmar o desmentir esto, puesto que mi lectura del mismo termina en la sección segunda del Tomo I; y sería necesario tiempo y apoyo académico para continuar con ello.
Pero, sin duda, sí estoy en condiciones de reclamar que leamos a los grandes desde sí mismos ( si se me permite la expresión) y, sin duda en compañía, CON y no DESDE. 
Aquí dejo un enlace para leer con Harvey.

http://davidharvey.org/2008/06/marxs-capital-class-01/

La acumulación y el ejército de reserva en ‘Teoría del desarrollo capitalista’ : Paul Sweezy


Cap. V La acumulación y el ejército de reserva en ‘Teoría del desarrollo capitalista’ : Paul Sweezy

En su análisis de la estructura del capitalismo, Marx se refiere a la  ‘Reproducción Simple’ como la forma más elemental en que dicha estructura se presentaría.  Con este concepto  pretende explicar cómo este sistema conservaría indefinidamente las mismas dimensiones y las mismas proporciones entre sus diversas partes o, dicho en otras palabras, cómo la escala de la producción no cambiaría de un año a otro.
Dado que esta producción se divide en dos grandes ramas: producción de medios de producción y producción de artículos de consumo, para que la condición anteriormente formulada se cumpliese, sería necesario que los propietarios de los medios de producción repusiesen el capital gastado en el ejercicio económico y empleasen todo el plusvalor[1]  en el consumo así como que los obreros emplearan  igualmente su salario en consumir. Si esto no se produjese tendría lugar una acumulación o bien un agotamiento de los medios de producción.
Así, podríamos distinguir una tercera categoría existente: el ingreso; que se divide, a su vez, en tres categorías: ingreso del capitalista[2] para  gastar en medios de producción, plusvalor o ingreso del capitalista libre para gastar y, por último, salario o ingreso del trabajador. Estos tres ingresos existen en ambas ramas de la producción.
De este modo, el esquema del plan de producción es útil porque muestra la estructura de las interconexiones entre la producción total y el ingreso, en términos de las clases de mercancías producidas y de las funciones de quienes perciben los ingresos. Si bien, este esquema no existe en la realidad ya que “la reproducción simple” no tiene en cuenta el interés del capitalista en ampliar su capital; omite la acumulación de capital que constituye la fuerza motriz del desarrollo del sistema capitalista.
Como ya hemos mencionado, el rasgo definitorio del capitalista es su interés por acumular capital. Esto puede llevarlo a cabo convirtiendo una parte del plusvalor obtenido (ingreso del capitalista libre para gastar) en capital adicional. Su capital acrecentado le permite entonces apropiarse de mayor plusvalor, que a su vez permite ser transformado en capital adicional, y así sucesivamente. Marx a este mecanismo lo llamará la “Reproducción ampliada”.
El fenómeno de acumulación de capital no resulta un deseo relativo a una cuestión antropológica sino relativo a la posición que ocupe el sujeto en esta particular y contingente forma de organización social que estamos estudiando: el sistema de producción capitalista.

Dicho lo cual, analizaremos la relación de las ofertas y demandas cuando la acumulación es tomada en cuenta, es decir, cuando los capitalista no consumen ya totalmente el plusvalor (tal y como describíamos en la ‘Reproducción Simple’), sino que ésta se divide en tres partes, una que consumen los capitalistas, otra que se integra al capital constante y una tercera que se suma al capital variable.
Efectivamente, nos interesa investigar los efectos de la cantidad acrecentada del capital variable, o lo que viene a ser lo mismo, la demanda acrecentada de fuerza de trabajo, que va implícita al proceso de acumulación.
Cuando aumenta la demanda de una mercancía cualquiera, su precio aumenta. La fuerza de trabajo no es una mercancía ordinaria; no hay capitalista que esté dispuesto a dedicarse a producir fuerza de trabajo en caso de que suba el precio de ésta. Bajo el capitalismo, el mecanismo que equilibra la oferta y la demanda está ausente en el caso de la fuerza de trabajo, existe una desviación del precio respecto del valor.. El plusvalor depende de la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo y el valor de la mercancía que el trabajador produce. La acumulación eleva la demanda de fuerza de trabajo y no es ya lícito suponer la igualdad entre los salarios y el valor de la fuerza de trabajo.
Así, si la demanda de trabajadores excede la oferta de trabajadores dispuestos a trabajar por ese salario  y por consiguiente los precios de los salarios suben, lo que detiene los salarios es para Marx ‘el ejército de reserva’;  concepto que refiere a aquellos obreros desocupados que mediante su competencia activa en el mercado de trabajo, ejercen una presión constante y hacia abajo en el precio del salario. Al tiempo que Marx contempla como la introducción de maquinaria que sustituya a empleados  provoca desempleo que, a su vez actúa sobre el nivel del salario mismo.; así como las crisis y depresiones que actuarían como mecanismos de reconstrucción del ejército de reserva cada vez que este es reducido a pequeñas proporciones.
Éste principio del ‘ejército de reserva’ es para Marx independiente de cualquier suposición particular sobre la población. En su teoría son principalmente las innovaciones tecnológicas las que se utilizan para economizar el trabajo y reclutar ‘ejército de reserva’; el cual es condición y premisa indispensable para la creación de plusvalor y mantenimiento de la clase propietaria de los medios de producción en el régimen de acumulación capitalista.


[1] utilizaré la expresión plusvalor y no plusvalía dado que la palabra utilizada por Marx en su edición alemana es mehrwert (mehr: más/ wert: valor); Ver MARX, K. (1953)  Das capital: kritik der politischen ökonomie Berlin : Dietz.
[2] Emplearemos el término capitalista para referirnos al propietario de los medios de producción.

lunes, 27 de diciembre de 2010

De Epicuro a Lucrecio



 El primer día de clase de S.E.M, el profesor leyó un fragmento de la obra de Epicuro, fragmento que yo ya había leído y que me hizo de nuevo recordar la grandeza del filósofo. Tras caer en mis manos posteriormente los poemas de Lucrecio, me animé a escribir las siguientes lineas:

Escribió Epicuro:  « […] hay que tener presente que hablamos de lo “incorpóreo” según el uso más frecuente del término, como aquello que puede ser pensado por sí mismo. Pero no es posible pensar por sí mismo nada incorpóreo, a no ser el vacío, y el vacío no puede ni realizar ni sufrir nada, sino tan sólo transmitir el movimiento. De modo que quienes afirman que el alma es incorpórea no saben lo que dicen, puesto que, si así fuera, no podría actuar ni padecer, y en cambio está claro que ambos accidentes son propios del alma.»

            Debemos enmarcar el presente fragmento perteneciente a la “Carta a Heródoto” en su concepción del mundo, de la naturaleza, como un compuesto de átomos y vacío; de cuyo planteamiento se deriva su  completa filosofía. Es decir, partiendo de una comprensión materialista de la naturaleza, Epicuro desarrolló de forma lógica toda una filosofía que explica, de forma coherente, fenómenos como el de la muerte que, tenidos bajo la superstición, pueden conducir a una vida infeliz y temerosa.
Por tanto, sólo por medio de la filosofía, del pensamiento y la investigación de la naturaleza, el ser humano puede ser libre y vivir sin miedo, felizmente.
            Dicho lo cual procedo a desarrollar esa concepción epicúrea de la naturaleza y a considerar de acuerdo a ella el alma humana tal y como el fragmento recoge.
Efectivamente, debemos partir de la precomprensión de que el universo es infinito (“Pues todo lo que tiene un límite, tiene un extremo, y este extremo lo es también respecto de otra cosa. […] el todo es infinito tanto por el número de cuerpos como por la extensión del vacío)[1]. Es decir, el universo existe y es ilimitado, por tanto, se compone de cuerpos de los que los que nos da testimonio la sensación y que tienen donde existir y moverse por la existencia de espacio, de vacío. Por tanto, el vacío es, existe.  (Podemos observar que esta idea aparece por primera vez en la concepción atomista de Demócrito de Abdera ).
Pensemos ahora en que efectivamente existe diversidad de cuerpos, ¿cuál es la causa?, ¿por qué podemos dar razón de ellos?
Cada cuerpo es una composición determinada de átomos y vacío, es decir, la existencia de cosas singulares se debe a la manera en que guardan distinta proporción de átomos y vacío unas de otras. Y en la medida en que esta proporción existe y es tal,  es una estructura, una razón determinada, podemos conocerla.
Ahora bien, si esa proporción cambia, es decir, se traspasa el límite de la forma esencial, podemos decir, que de acuerdo a lo expuesto anteriormente, se trata de otro compuesto, de otro cuerpo  con distinta proporción de átomos y vacío.
De modo que, nos encontramos con una serie de leyes que se derivan del rigor lógico con que Epicuro concibe al universo: todo es átomos y vacío, y el vacío es el lugar donde existen los átomos y donde pueden moverse (“no existe un comienzo de este movimiento: los átomos y el vacío son eternos”).
Podemos introducir ahora una primera conclusión: el ser humano se compone de cuerpo y alma, y el alma necesariamente es de carácter corpóreo, en la medida en que de no ser así y tal y como recoge el fragmento, habría de ser vacío; y como hemos explicado, el vacío es solamente donde tienen lugar los átomos y gracias al cual éstos pueden moverse. De tal forma que, el alma es corpórea aunque se diferencie del cuerpo en tanto que tiene distinta composición de átomos y vacío.  
A lo que podemos añadir una necesaria relación, esta es,  “separado del alma, el cuerpo no experimenta sensaciones, ya que por sí mismo no posee esta capacidad, pero las proporciona a algo que se ha formado conjuntamente con él, es decir, al alma”; por consiguiente, cuerpo y alma que integran el ser humano son cuerpos necesariamente, pero distintos, con distinta proporción de átomos y vacío; pero, para poder percibir las sensaciones cada uno tiene distintas propiedades, y dado que esas sensaciones sólo pueden percibirse por la recepción del movimiento, el alma requiere del cuerpo que las recibe y el cuerpo requiere del alma.
Así, que  afirmar que el alma es de carácter incorpóreo es afirmar que el alma es vacío y que por tanto es ausencia de átomos y  únicamente el espacio dónde éstos se mueven y por tanto  no cabe la sensación.
Comprendida esta conclusión necesaria podemos introducir el siguiente fragmento de la “Carta a Meneceo”: “Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y precisamente la muerte consiste en estar privado de sensación. [...] El peor de los males, la muerte, no significa nada para nosotros, porque mientras vivimos no existe y cuando está presente nosotros no existimos”.
Por tanto, si para sentir dolor el cuerpo precisa del alma y el alma del cuerpo, y en la muerte desaparece esta relación; resulta absurdo vivir con miedo a la muerte. Vivir con miedo determina una conducta sumisa y esclava; por el contrario, el conocimiento por medio de la investigación de la naturaleza, nos permite comprender la determinación esencial del hombre y con él, la muerte.
Cabe realizar ahora una segunda conclusión: efectivamente el miedo y la servidumbre están causadas por la ignorancia, por la incomprensión de la naturaleza y por el desconcierto del hombre ante  los fenómenos que naturalmente (de acuerdo a leyes) tienen lugar en el universo. De modo que, la filosofía, el conocimiento de aquello que nos atormenta, proporciona tranquilidad, y es la condición de posibilidad de la felicidad. Son por tanto el conocimiento y la filosofía una medicina para el alma.
El pensamiento de Epicuro será referencia para posteriores filósofos e investigadores; entre los cuales destaca la obra poética de Lucrecio (99 - 55 a.C ), del cual a continuación, y a modo de conclusión final, cito un fragmento del poema titulado  “de rerum natura”: [2]

“(…) ¿Por ventura
No oís el grito de la naturaleza,
Que alejando del cuerpo los dolores.
De grata sensación el alma cerca,
Librándola de miedo y de cuidado?.





[1] Edición utilizada en las citas:   obras (5ª ed.) de Epicuro, tecnos 2005.

[2] De la naturaleza de las cosas: poema en seis cantos, de Lucrecio. Trad. del Abate José Marchena, Biblioteca clásica, Lib. de Hernando y Compañía- Madrid 1897
         

domingo, 26 de diciembre de 2010

¡ Y pensar que la escribió un cura hace más 700 años!




Escribió en su día un tal Juan Ruíz, ( más conocido como  el 'Arcipreste de Hita')  en su  'Libro del buen amor' :


"Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar
al torpe hace discreto y hombre de respetar
hace correr al cojo y al mudo le hace hablar
quien no tiene dinero no es de sí señor
También al hombre necio y rudo labrador
dineros le convierten en hidalgo doctor
cuanto más rico es uno más grande es su valor
quien no tiene dinero no es de si señor
Y si tienes dinero tendrás consolación
placeres y alegrías y del papa ración
comprarás paraíso, ganarás la salvación
donde hay mucho dinero hay mucha bendición
Él crea los priores, los obispos, los abades
arzobispos, doctores, patriarcas, potestades
a los clérigos necios da muchas dignidades
de verdad hace mentiras, de mentiras hace verdades.
Él hace muchos clérigos y muchos ordenados
muchos monjes y monjas, religiosos sagrados
el dinero les da por bien examinados
a los pobres les dice que no son ilustrados.
Yo he visto a muchos curas en sus predicaciones
despreciar al dinero, también sus tentaciones
pero al fin por dinero otorgan los perdones
absuelven los ayunos y ofrecen oraciones
Dicen frailes y clérigos que aman a dios servir
mas si huelen que el rico está para morir
y oyen que su dinero empieza a retiñir
por quien a de cogerlo empiezan a reír".

¡ y qué razón tenía!... dicen que 'el hombre' es el único animal que tropieza dos  veces con la misma piedra, ¿no aprendemos?; ¿tan todopoderosos nos creemos y no somos capaces de quitar la piedra del camino?... Me pareció que hoy más que nunca era conveniente retratar nuestra realidad social con palabras del ayer para darnos cuenta de que, aunque cambie el mundo de apariencia, el conflicto perdura...
En este contexto, resulta una emergencia nombrar y recuperar a Paco Ibañez, quien con su guitarra y su voz, nos acerca el mundo de la poesía y hace vibrar en nuestra memoria desmemoriada unas letras tan actuales que ,de no ser por él, dormirían en el estante  de 'los grandes clásicos' que existe en nuestros salones.

Poder Ideológico: Fundamentos del pensamiento en la organización burocrática China.


            El nicho ecológico en el que se asienta la sociedad China es de gran riqueza;  los grandes ríos contribuyen a un particular patrimonio natural de gran fertilidad produciendo un aumento de la productividad y dando origen a extensas poblaciones. En este medio aparecerá un excedente de producción que permitirá mantener clases ociosas y que requerirá, a su vez, una gestión centralizada de los recursos. En este sentido,  identificamos el nacimiento del sistema burocrático chino como una estructura de poder de gran estabilidad y eficacia vertebrado por una gobernabilidad  en la que la filosofía moral confuciana juega su papel fundamental.
            Confucio, que vivió a finales del siglo VI y principios del V a.C (al tiempo que Buda) dio una respuesta de carácter secular a los problemas que planteaba también el concepto griego de paideia, el cultivo de la razón humana. No existían normas definitivas fuera de la razón, no existía ética o significado más allá de la sociedad. La moralidad conocible más elevada era el ‘deber social’.
“La conducta virtuosa entrañaba cualidades como la rectitud o la integridad interna, la bondad, la buena conciencia, la lealtad para con los demás, el altruismo o la reciprocidad y, sobre todo, el amor por otros seres humanos”.[1]
            Dada la sacralización de los deberes morales, la conducta ética se podía cultivar mediante la educación. La ‘nobleza’ del carácter era enseñable  y podía aprenderse.
            Con el proceso de unificación China en el siglo III a.C se terminó con las aristocracias guerreras y se construyó así una estructura de gobierno centralizada, un mandarinato en la que el emperador tuviese poder efectivo y que, pese a su carácter religioso tuviese poder terrenal y de gobierno.
            A partir del 200 a.C, la dinastía Han se había aliado con un grupo social más amplio que la nobleza hereditaria, se había aliado con “los caballeros” (sin vínculos dinásticos con la familia imperial), un grupo social que gobernaban como terratenientes y como funcionarios educados en un sistema regulado por el Estado, funcionarios conocidos como los literati. Dado que la educación sólo era accesible para aquellos que podían costear el lago proceso, se convirtió en una meritocracia muy restringida. Construyendo una aristocracia de las letras de carácter estable y efectivo; que se adueñase  de la violencia privada y gracias a la filosofía moral de Confucio se obedeciese y diese firmeza a la disciplina social y la organización política.
En ‘La religión China’ (1951), Weber analiza la figura de estos literati o literatos chinos, administradores oficiales que formaban una importantísima clase burócrata y que fueron los impulsores de la religión confuciana. Ellos ejercían una grandísima influencia sobre la obediencia en el ámbito familiar, sobre la propiedad, la educación y una forma particular de racionalismo que instaba a “mantener el orden del cielo, la tranquilidad de orden social y la armonía interna del hombre mediante una ética de la conducta humana” [2]
             El confucionismo era un instrumento de gran utilidad (ver nuestra introducción al marco teórico sobre ‘el poder’ en Michael Mann)  de gobierno imperial de clase; dejando que las corrientes más espirituales y  místicas se expresaran en cultos quietistas y privados, como el taoísmo.


[1] MANN, M. (1991) Las fuentes del poder social Pág.487
[2] Bendix 1959: 123 citado en Brian Morris (1995)  Introducción al estudio antropológico de la religión, Paidos Iberica, Barcelona

sábado, 18 de diciembre de 2010

¡Loada sea la duda!...

Así comienza un poema de Bertolt Brecht titulado 'Loa a la duda'...
No pretendo hacer aquí una reflexión sobre el poema, muy al contrario, pretendo partir de esa frase, a modo de aforismo, para reflexionar sobre el poder de la duda.
Efectivamente, viene a mi cabeza esa frase no tanto por el contenido del poema, sino como sentencia que sacude mi pensamiento cada vez que me detengo a pensar cómo conocemos y cómo producimos conocimiento.
Estando en la universidad ( ¡alabada sea 'la ciencia'!) y estudiando una titulación de ciencias sociales me doy cuenta de lo difícil que es desprenderse de nuestro sentido común; sentido común que, como me dijo un profesor una vez: " es el mejor repartido de los sentidos;  todo el mundo se queja de vista, de oído, pero de sentido común.... ¡de sentido común todo el mundo cree tener el suficiente!.
Nuestro sentido común construye un tamiz por el cual no 'pasan' ciertas cosas, y nos impide ver más allá de nuestros prejuicios y juicios;  o peor aún, sesga nuestra mirada de tal manera que, a  veces, construimos un conocimiento justificante, experimientamos con la realidad buscando evidencias 'empíricas' que justifiquen nuestro (pre)juicio.
Por eso, creo que el conocimiento más válido y limpio surge del desconocimiento, de la duda, cuando ni siquiera nuestro sentido común es capaz de dar una respuesta provisional a nuestro objeto de investigación.

Como dijo Dante... "No menos que el saber me place el dudar".

viernes, 17 de diciembre de 2010

algo de claridad... estado de alarma

Ante el "estado de alarma" que estamos viviendo en estos días, y donde tan pronto nos encontramos comentarios que niegan la posibilidad de realizar una huelga a un grupo de trabajadores por el hecho de que cobren un buen sueldo (conclusión falaz desde un punto de vista lógico); a un aclamado gobierno que declara el 'estado de alarma' por primera vez desde la transformación del régimen en 1978, ¿ nos hemos parado a preguntarnos cuáles son las causas que llevan a ello ? ¿ realmente somos tan ingénuos de creer que el 'estado de alarma' se declara porque hay una 'pobre gente que está atrapada en los aeropuertos' y es muy injusto ?

Tres compañeros de nuestra facultad han escrito un artículo en el que dislumbran las claves de este acontecimiento desde tres perspectivas, a mi juicio impecables, en cuanto a reflexión teórica y análisis práctico. (  leyendo desde Carl Schmitt, Karl Marx y Walter Benjamin).

Para uso y disfrute:

http://rebelion.org/noticia.php?id=118190

Sólo para abrir boca:

"Porque que los controladores aéreos lleven razón o no en su malestar, reivindicaciones y acciones, no deja de manifestar dos hechos incontestables: que la impotencia del Estado en la ejecución de las demandas económicas (o de la ‹‹viabilidad›› del libre curso de personas y mercancías) se paga con violencia, como que el ordenamiento social de España está sometido al arbitrio de un gobierno al servicio de intereses que van más allá del derecho incontestable de los ciudadanos a disfrutar de un agradable puñado de días de vacaciones. El derecho de huelga lleva implícita la definición del mismo derecho como un producto de la violencia; Walter Benjamin nos recuerda esto desde la distancia de una época superada (la república de Weimar) en la que el Estado de excepción se había convertido en la norma. Esa concesión para la resistencia, tan pasiva como no hacer nada (¿qué brutalidad hay ahí puesta en práctica?), constituye un acto de violencia desmesurada, sólo calculable en millones de euros perdidos en el cierre de las rutas de la circulación del Capital".

... Inspirada por el artículo, propongo que nos preguntemos ... ¿ por qué declararíamos un 'estado de alarma'?...
Yo sin duda lo declararía por los millones de parados, por el desigual reparto de la riqueza, por las diferencias de clase  que cargamos a nuestras espaldas y que convierten la universidad en un espacio de reproducción de las diferencias, por la falta de socialismo en nuestra sociedad del bienestar ( las filias y fobias al término socialismo ya son otro tema).... no sé, sugiero....