domingo, 26 de diciembre de 2010

Poder Ideológico: Fundamentos del pensamiento en la organización burocrática China.


            El nicho ecológico en el que se asienta la sociedad China es de gran riqueza;  los grandes ríos contribuyen a un particular patrimonio natural de gran fertilidad produciendo un aumento de la productividad y dando origen a extensas poblaciones. En este medio aparecerá un excedente de producción que permitirá mantener clases ociosas y que requerirá, a su vez, una gestión centralizada de los recursos. En este sentido,  identificamos el nacimiento del sistema burocrático chino como una estructura de poder de gran estabilidad y eficacia vertebrado por una gobernabilidad  en la que la filosofía moral confuciana juega su papel fundamental.
            Confucio, que vivió a finales del siglo VI y principios del V a.C (al tiempo que Buda) dio una respuesta de carácter secular a los problemas que planteaba también el concepto griego de paideia, el cultivo de la razón humana. No existían normas definitivas fuera de la razón, no existía ética o significado más allá de la sociedad. La moralidad conocible más elevada era el ‘deber social’.
“La conducta virtuosa entrañaba cualidades como la rectitud o la integridad interna, la bondad, la buena conciencia, la lealtad para con los demás, el altruismo o la reciprocidad y, sobre todo, el amor por otros seres humanos”.[1]
            Dada la sacralización de los deberes morales, la conducta ética se podía cultivar mediante la educación. La ‘nobleza’ del carácter era enseñable  y podía aprenderse.
            Con el proceso de unificación China en el siglo III a.C se terminó con las aristocracias guerreras y se construyó así una estructura de gobierno centralizada, un mandarinato en la que el emperador tuviese poder efectivo y que, pese a su carácter religioso tuviese poder terrenal y de gobierno.
            A partir del 200 a.C, la dinastía Han se había aliado con un grupo social más amplio que la nobleza hereditaria, se había aliado con “los caballeros” (sin vínculos dinásticos con la familia imperial), un grupo social que gobernaban como terratenientes y como funcionarios educados en un sistema regulado por el Estado, funcionarios conocidos como los literati. Dado que la educación sólo era accesible para aquellos que podían costear el lago proceso, se convirtió en una meritocracia muy restringida. Construyendo una aristocracia de las letras de carácter estable y efectivo; que se adueñase  de la violencia privada y gracias a la filosofía moral de Confucio se obedeciese y diese firmeza a la disciplina social y la organización política.
En ‘La religión China’ (1951), Weber analiza la figura de estos literati o literatos chinos, administradores oficiales que formaban una importantísima clase burócrata y que fueron los impulsores de la religión confuciana. Ellos ejercían una grandísima influencia sobre la obediencia en el ámbito familiar, sobre la propiedad, la educación y una forma particular de racionalismo que instaba a “mantener el orden del cielo, la tranquilidad de orden social y la armonía interna del hombre mediante una ética de la conducta humana” [2]
             El confucionismo era un instrumento de gran utilidad (ver nuestra introducción al marco teórico sobre ‘el poder’ en Michael Mann)  de gobierno imperial de clase; dejando que las corrientes más espirituales y  místicas se expresaran en cultos quietistas y privados, como el taoísmo.


[1] MANN, M. (1991) Las fuentes del poder social Pág.487
[2] Bendix 1959: 123 citado en Brian Morris (1995)  Introducción al estudio antropológico de la religión, Paidos Iberica, Barcelona

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