miércoles, 2 de febrero de 2011

Otra nota crítica a las " Características del método científico" según Longo....


A fin de hacerme cargo de la lectura de  G. Longo en torno a las características de la ciencia, comenzaré por establecer las preguntas que el profesor  Carballo plantea al final de su nota crítica, para tratar de dar respuesta a tan complejo y recurrente tema:
” Cuando un hombre actúa como científico ¿No es también un hombre de acción? ¿Es que la ciencia no es una actividad, una praxis? ¿Por qué alejar al científico de la política? ¿O es que el práctico no actúa sobre la base de su propio y ajeno conocimiento?”
Sin duda, las anteriores cuestiones remiten a un debate sobre la objetividad de la ciencia que, lejos de ser superado en nuestros días, sigue configurando el esquema por el cual ‘la verdad’ juega  su labor en la  construcción social de la realidad. [1]
Las premisas por las cuales considera G. Longo que la tarea de ‘conocer’  ‘la realidad’ se basa en el descubrimiento de normas o  “leyes del universo empírico que rodea al hombre, de la realidad objetiva en la que éste se haya inmerso”, serían las siguientes:
1.      La ciencia, debe reconstruir idealmente el esquema de desarrollo de la realidad y no limitarse a la mera descripción
2.      La realidad objetiva debe ser explicada a partir de ella misma.
3.      El conocimiento científico es sólo una parte de la actividad humana.
Todo ello a la luz de que la ciencia, así entendida, está inmersa en una relación de tipo dialéctico con la praxis, aunque considerando que la actividad cognoscitiva no debe orientarse hacia la acción o hacia la consecución de resultados prácticos: “Por esta razón, la ciencia no tendrá por objetivo la praxis, pues su meta es la cognición o, en otras palabras, la búsqueda de la verdad de las cosas, entendiendo por verdad la correspondencia de nuestras concepciones a la realidad”.
Sin embargo,  más allá de las consideraciones que a lo largo de la historia de la filosofía se han realizado en torno al idealismo o el materialismo, me veo tentada a introducir la perspectiva de la filosofía del lenguaje y la lógica  que nos ayudará a comprender el sinsentido de esta pretendida objetividad y la sinrazón de aislar la facultad de la ‘razón’ humana fuera del dasein que nos conforma (en sentido heideggeriano), fuera del mundo y del contexto.
La propia discusión acerca de lo que es ciencia o no lo es, no es sino un juego de signos y de proposiciones lógicas que configuran el esquema por el cual aceptamos unas conclusiones; de ahí, que el supuesto ‘progreso’ hacia la objetividad del conocimiento, haya estado asentado en el esquema kantiano que distingue entre facultad de juicio, facultad teorética y razón práctica. Entendiendo que  el valor de las premisas y el ‘obrar’ del pensamiento teorético en su juego de inferencias y deducciones actuaba como verdadera ( y única) máquina de conocimiento ( y lugar en el que se enmarca esta idea de ‘ciencia’ que Longo nos propone).
Sin embargo, la filosofía del lenguaje moderna, con Frege, Russell y esencialmente Wittgenstein, pondrá patas arriba tales certezas. Y es que, como ya Aristóteles señaló, el ‘razonamiento’ se dice syllogismós, o sea, silogismo, que no es sino un “discurso en el cual, una vez puestas a ciertas cosas, necesariamente resulta, a través de las cosas establecidas, algo distintos de las cosas establecidas”[2]. Pero  a diferencia de Aristóteles, que consideraba que en este enunciado o discurso apofántico, que muestra a las claras una faceta del ser, de la osuía; los lógicos y la filosofía del lenguaje, se preguntarán , efectivamente, por el sentido del ‘decir’, y de la conformación de la estructura lógica de los enunciados lingüísticos y su correspondencia con la realidad material. O dicho de otro modo, introducir la cuestión del espacio que existe entre el idealismo lingüístico  (esas supuestas leyes científicamente obtenidas), entre las formas y símbolos del lenguaje y su referente material, suponen el punto de partida de cualquier consideración acerca de la objetividad de la ciencia o de cualquier razonamiento de carácter lógico. La clave está en analizar ese espacio contextual que determina el sentido de un razonamiento ( la cuestión del método científico, la construcción de un espacio experimental, conforman este espacio lógico).
Podemos decir, que el tema de la objetividad de la ciencia está mediado por estas cuestiones, y que, sin duda, como Russell advirtió en su introducción al Tractatus de Wittgenstein, no podemos hacernos cargo del mismo: “la proposición lógica es una figura (verdadera o falsa) de los hechos y tiene en común con ellos una cierta estructura. Es esta estructura común la que la hace capaz de ser una figura de los hechos, pero la estructura misma no puede formularse en palabras, puesto que es una estructura de palabras, lo mismo que de los hechos a los que éstas se refieren. Por tanto, todo lo que está incluido en la expresividad del lenguaje tiene que mantenerse sin capacidad de ser expresado en él y es, por consiguiente inexpresable en un sentido perfectamente preciso"[3].
Dada la imposibilidad de establecer una consideración ante semejante conflicto, adoptaré una perspectiva platónica, donde la identidad ser-pensar-hacer configura, efectivamente, las condiciones de posibilidad de la misma, así como la realidad susceptible de ser pensada y que a su vez es reconstruida a través del pensar y el hacer que son, a su tiempo, obrar.




[1] Ver BERGER P. y LUCKMANN T. (2008) “La construcción social de la realidad”. Buenos Aries: Amorrortu.
[2] CALVO, T. ( 2008)  Aristóteles y el aristotelismo. Madrid: Akal. Pág. 13-14.
[3] RUSSELL,B. (1922) Introducción al Tractatus Logico-philosophicus de L. Wittgenstein. Tecnos: Madrid. Pág 97.

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